Tras comenzar desempeñando pequeñas tareas, y más tarde establecer su reputación como director de fotografía, Nicolas Roeg se hizo un nombre como director gracias al inconfundible sentido del montaje que impuso sobre películas como Walkabout o Amenaza en la sombra. Inspirado, al igual que su mentor Richard Lester, por el cine de Alain Resnais, Roeg juega con el tiempo y busca constantemente nuevos significados al unir dos secuencias diferentes, pero se distingue por su ojo en las composiciones y la impaciencia, o hiperactividad, con que pasa de una idea a otra; el resultado no es tan elegante y poético como el que podría obtener Resnais, pero sí que genera en unos instantes múltiples y contradictorias impresiones imposibles de conseguir por otros medios.
Codirigida con Donald Cammell, y encargándose también de la fotografía (Cammell fue responsable del guión), Roeg hizo de Performance su ópera prima. Chas (un impresionante James Fox) es un sádico gángster londinense que debe esconderse de la policía y sus socios tras matar a la persona equivocada; el refugio que encuentra es el apartamento de Turner (efectivamente, Mick Jagger), un músico que vive recluido en su propio universo de sexo, drogas y rock and roll, universo al que irá atrayendo a Chas con la ayuda de sus dos concubinas (Anita Pallenberg y Michèle Breton). La película entera, sí, tiene mérito en su reflexión sobre la cercanía de la figura del delincuente a la del artista y su lamento sobre la muerte del espíritu de los '60, pero exceptuando un brillante y escandaloso número musical / videoclip cerca del final, nada en el resto del metraje puede compararse con la media hora que abre la cinta. En ese frenético primer acto, Cammell y Roeg ponen patas arriba el respetable mundo que nos ofrecen periódicos e instituciones oficiales para sugerir la presencia de toda clase de perversas fuerzas dirigiéndolo a su antojo; la clásica, aunque no por ello menos cierta, idea de que el crimen organizado es una extensión lógica del capitalismo adquiere aquí extraños matices al presentarse acompañada de desviaciones sexuales e impulsos reprimidos. Pero lejos de presentar una pesada, terriblemente seria y dudosa explicación freudiana, Roeg y Cammell se divierten añadiendo multitud de pequeños y chocantes toques a través del montaje, la fotografía y la repetición de ciertas frases: el flashback de un simple gesto visto desde un ángulo inesperado adquiere súbitamente connotaciones incómodas, un inverosímil guiño a Jorge Luis Borges no parece fuera de lugar, y en unos segundos, un asesinato pasa de ser consecuencia del enfrentamiento entre trastornos homoeróticos y homófobos a ser simplemente la continuación de una pelea de patio de colegio. Es una demostración de cine que 40 años después permanece provocativa e innovadora.
I.B., 24/10/2010
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PERFORMANCE
Viernes 29 de octubre, a las 15:00
en el Salón de Actos 'Juan de la Cierva'
Duración: 105 minutos.
Próxima semana: Maurice Pialat.