jueves, 18 de marzo de 2010

JLG EN TECHNICOLOR/CINEMASCOPE

¿Cómo hincar el diente en la filmografía de Jean-Luc Godard? No es simplemente un director que haya dirigido decenas y decenas de películas, sino uno que ha pasado por multitud de etapas creativas guiadas por criterios estéticos e ideológicos muy variados, y cuya reputación (habiendo pasado de ser un artista tremendamente influyente en los 60 a uno prácticamente irrelevante fuera de festivales y sesudos círculos críticos) continúa fluctuando de manera impredecible. Es posible que los mejores días de Godard estén atrás y que se haya ido recluyendo en su propia mente, continuando con su trabajo de la única manera que sabe; o es también posible que a día de hoy no estemos preparados para apreciar objetivamente la evolución de su obra en los últimos años. Como eso es algo que decidirá el futuro, ahí lo dejamos.

Las dos películas de esta semana comparten como aspectos formales el uso del Cinemascope y del Technicolor, y en comparación con el tímido uso que suele dárseles en el cine actual, son un glorioso ejemplo de los extraordinarios resultados que puede obtener en composición y empleo del color un director que sepa lo que se hace (sin olvidar el talento de Raoul Coutard, naturalmente). Hay que decir, sin embargo, que las similitudes parecen terminar ahí; entre El desprecio y Pierrot el Loco hay dos años de diferencia, que no parece mucho tiempo, pero en esos dos años Godard dirigió otros tres largometrajes y varios cortos de muy diversa índole, y las tremendas diferencias que hay entre todos esos trabajos creemos que hacen de nuestra selección una buena introducción a la obra de su polifacético creador.

De todas sus películas, El desprecio es quizás la que tiene principio, mitad y final en el orden más corriente, es decir, una de las que parece perderse menos en digresiones para centrarse en el argumento y tratarlo como algo más que una excusa. Paul (Michel Piccoli) es un escritor con una joven y bella esposa (Brigitte Bardot); tras ser contratado por un poderoso productor (Jack Palance) para hacer apaños sobre el guión de una adaptación de La Odisea, un pequeño incidente hará que toda el amor que su mujer siente por él desaparezca. La película, siendo una reflexión sobre el conflicto entre arte y negocio y las diferencias entre el hombre moderno y el de la antigüedad, no deja de ser más efectiva cuando se limita a hacer un honesto examen sobre las relaciones de pareja, reflejo muy crítico sobre la relación que el propio Godard mantenía en aquel momento con Anna Karina. Con Georgia Moll, y Fritz Lang haciendo de Fritz Lang.

Ferdinand (Jean-Paul Belmondo) es un hombre casado que, aburrido con su vida burguesa, decide marcharse con una niñera con turbias conexiones (Anna Karina) y vivir al margen de la ley: ése es el argumento de Pierrot el Loco, y esta vez sí que es un sencillo armazón sobre el cual Godard puede apoyar todas sus ocurrencias estilísticas, referencias cinematográficas, comentarios históricos, guiños literarios y observaciones sobre la vida contemporánea. Una obra que demuestra a cada minuto que en el cine quedan infinitas cosas por inventar, sin importar (o quizás precisamente debido a ello) que se coja la premisa más vieja del mundo, pues al fin y al cabo, para hacer una película solo se necesita una chica y una pistola. Y mejor que la chica sea Anna Karina. Atención al cameo de Samuel Fuller cerca del principio, dando una magnífica definición sobre lo que es el séptimo arte.

I.B., 18/3/2010

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EL DESPRECIO
Miércoles 17 de marzo, a las 15:00
en el Aula Magna (hangar)
Duración: 103 minutos.

PIERROT EL LOCO
Jueves 18 de marzo, a las 15:00
en el Aula Magna (hangar)
Duración: 110 minutos.

PROYECCIONES EN VERSIÓN ORIGINAL
CON SUBTÍTULOS EN CASTELLANO
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Próxima semana: Ben-Hur.

martes, 9 de marzo de 2010

ORSON WELLES

Para muchos, la figura de Orson Welles no existe más allá de Ciudadano Kane y sus papeles como actor de reparto en infinidad de clásicos. No es difícil ver el porqué: como director, Welles nunca volvió a contar con los medios y el control creativo que tuvo en su primer film, y con el paso de los años, éste se ha forjado una exagerada reputación como una de las mejores y más importantes películas de toda la historia del cine. Bien, Ciudadano Kane es una gran película que merece ocupar su puesto en el panteón; lo que hay de exagerado en su estatus actual es que se le tiende a apreciar más por toda una nube de leyendas e ideas preconcebidas que se han ido creando a su alrededor que por sus propios méritos artísticos: es una pieza de museo guardada en una vitrina llena de polvo, y en vez de limpiar la vitrina y ver lo que de verdad contiene, lo que suele hacerse es dar vueltas y más vueltas a lo que dice la inexacta reseña pegada al cristal.

Todo esto ya afecta decisivamente a las discusiones sobre el genio artístico de su autor en Kane; el efecto que tiene sobre el resto de su obra es poco menos que el de negar su existencia, afirmando que Welles jamás volvió a hacer algo comparable a su ópera prima y que, por tanto, no debe prestársele atención. Pero esa es una falacia fácilmente rebatible si uno mismo se toma la molestia de comprobar que Welles sí que dirigió bastantes películas a la altura de Kane, y lo que es más, que sería razonable argumentar que algunas incluso están por encima (o que lo estarían, en el caso de aquellas mutiladas por productores). Si bien su firma se mantuvo siempre reconocible en su uso alternativo de montajes rápidos y planos secuencia, imágenes llenas de sombras y tomas inclinadas, Welles, como todo gran artista, fue perfeccionando su estilo durante toda su vida sin detenerse en un único género, realizando dramas (El cuarto mandamiento), cine negro (La dama de Shanghai, El extraño), ensayos (Fraude), adaptaciones de Shakespeare (Macbeth, Othello, Campanadas a medianoche), Kafka (El proceso) y Cervantes (Don Quijote)... todo ello, unido a su extraordinario talento interpretativo, para ofrecernos unos retratos inolvidables de personajes grandiosos y terribles, trágicos, repletos de contradicciones, y a menudo constituyendo un comentario sobre el poder que él mismo llegó a ostentar por un breve periodo de tiempo y después perdió.

Mr. Arkadin es lo más cerca que Welles estuvo de hacer a un remake de Ciudadano Kane; eso sí, con una actitud claramente paródica y crítica hacia ciertos aspectos de su anterior film, y obligado a emplear su imaginación a fondo para suplir las carencias de presupuesto. Un buscavidas, Guy Van Stratten (Robert Arden, evocando la grosería más norteamericana) cree poder chantajear al misterioso millonario Gregory Arkadin (Welles); inexplicablemente, éste le contrata para que haga un informe sobre los orígenes de su fortuna, que afirma no recordar. A lo largo de su investigación mundial, Van Stratten comienza a sospechar que su misión está sirviendo para eliminar la verdad y no para descubrirla... Con Paola Mori y Akim Tamiroff. La versión restaurada que proyectamos, preparada para la edición en DVD de Criterion, es la que posee el montaje más completo y coherente de las existentes.

Sed de mal iba a ser un thriller rutinario hasta que el proyecto cayó en manos de Welles, que lo convirtió en una de las obras maestras del cine negro. Una historia sobre corrupción policial, sin mucho interés y más bien retorcida y difícil de seguir, que sólo por como nos es contada se hace irresistible y nos brinda en la figura de Hank Quinlan (Welles, caracterizado para la ocasión) a uno de los personajes más ambiguos, siniestros y patéticos de la historia del cine. Con Charlton Heston (haciendo de mexicano), Janet Leigh, Joseph Calleia, el indispensable Akim Tamiroff y un inspirado Dennis Weaver; cameos de Marlene Dietrich, Zsa Zsa Gabor, Joseph Cotten y Mercedes McCambridge. De nuevo, proyectamos una versión restaurada: la preparada por el productor Rick Schmidlin, el montador Walter Murch y el crítico de cine Jonathan Rosenbaum, obedeciendo a las sugerencias del memorándum que Welles envió a los productores de la Universal después de que éstos le impidieran seguir montando la película.

I.B., 9/3/2010

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MR. ARKADIN
Miércoles 10 de marzo, a las 15:00
en el Salón de Actos 'Juan de la Cierva'
Duración: 105 minutos.

SED DE MAL
Viernes 12 de marzo, a las 15:00
en el Salón de Actos 'Juan de la Cierva'
Duración: 106 minutos.

PROYECCIONES EN VERSIÓN ORIGINAL
CON SUBTÍTULOS EN CASTELLANO
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Próxima semana: Jean-Luc Godard.

martes, 2 de marzo de 2010

MALDITOS BASTARDOS

Quentin Tarantino es uno de los raros directores cuyos proyectos atraen a partes iguales las mayores atenciones tanto del gran público como de los más acérrimos cinéfilos; raro en el sentido de que no se trata de un autor que de vez en cuando se decante por el cine comercial (como pueda ser Scorsese), sino de uno que ha conseguido hacer de su particular estilo un poderoso reclamo difícil de ignorar. Ha sido a costa, eso sí, de crearse una multitud de voces críticas, desde las de quienes 'no pillan' sus películas a las de quienes encuentran en ellas serias deficiencias éticas o estéticas, ambas actitudes perfectamente defensibles; aunque no debemos olvidar a aquellos que atacan su cine simplemente por miedo a parecer demasiado intelectuales o demasiado vulgares, dependiendo del rincón en el que les guste esconderse. Sin embargo, con el estreno de cada obra, radicalmente diferente a la anterior y a la vez perfectamente suya, Tarantino se gana nuevos admiradores y detractores donde antes quizás no los tenía, y el interés de las discusiones que generan hacen de cada añadido a su filmografía un trabajo de casi obligado visionado. El último ejemplo es Malditos bastardos.

Dividida en cinco capítulos, en esta ocasión ordenados cronológicamente, la película sigue a tres grupos de personajes cuyos caminos se van cruzando: los 'Bastardos', una unidad de soldados americanos de origen judío que realizan brutales ataques tras las líneas enemigas; Hans Landa, un perspicaz y despiadado coronel de las SS experto en localizar a supervivientes judíos, y los diversos militares y personalidades del Tercer Reich con los que se codea; y Shosanna Dreyfus, una francesa judía que sobrevivió a la masacre de su familia a manos de Landa y ahora regenta un cine en París.

Baste decir que el desarrollo del argumento se aleja bastante de las expectativas que uno se pueda hacer al respecto: todo el aspecto racial y sus implicaciones históricas (el punto más flojo del film) constituyen un mcguffin de muy dudosa legitimidad moral que al que afortunadamente no se asigna más importancia de la que se espera que le prestemos dadas las circunstancias; y en cuanto a la acción y aventura que la premisa ofrece, son sustituidas en su mayor parte por diálogos, eso sí, cargados de tensión merced a unos personajes que no suelen ser lo que parecen y que a menudo no se encuentran al mismo nivel en cuanto al poder que uno tiene sobre el otro. Tarantino demuestra que su habilidad al orquestar conversaciones no tiene tanto que ver con introducir anécdotas y banalidades como con crear y mantener unos ritmos muy precisos y dar unas tremendas oportunidades para lucirse a su reparto.

Un reparto en el que hay que destacar a Christoph Waltz como Landa, justamente celebrado por deleitarnos con un villano carismático e irrepetible, enmascarando bajo una apariencia desenfadada su personalidad fríamente manipuladora; a Michael Fassbender y August Diehl, dos excelentes actores añadiendo dos excelentes trabajos a sus respectivos currículums, con un magnífico duelo interpretativo a mitad de la película; a Diane Kruger en el que es quizás su primer papel memorable; y a Brad Pitt ensayando otro de esos personajes completamente absurdos que parecen ser su especialidad en los últimos tiempos.

Para terminar, y aún quedando mucho de qué hablar, un servidor querría hacer hincapié en la estructura del film y el sutil cambio que marca dentro de la carrera del director. Si los personajes de Pulp fiction pertenecían a un universo común, y todas las digresiones de Kill Bill partían del mismo hilo narrativo, lo que tenemos en esta ocasión son protagonistas que parecen sacados de filmes muy distintos cuyos argumentos se suceden, solapan e interrumpen unos a otros en puntos inesperados. Malditos bastardos no es una sola película sino muchas, encaminadas a un espectacular clímax que tiene lugar, apropiadamente, en una sala de cine. Porque detrás de toda la exagerada violencia cinematográfica, las oscuras referencias a centenares de obras ajenas, las no tan oscuras referencias a sus propias obras, y su nada común generosidad con los actores, el auténtico impulso de Quentin Tarantino es su inmensa devoción por el séptimo arte, su convicción de que nada en la gran pantalla debe ser más importante que todo el cine pasado, presente y futuro; una convicción que aquí lleva a sus últimas consecuencias. Y en estos tiempos en que los realizadores más chabacanos e injustamente cotizados se atreven a protestar por el trato de los críticos e incluso se vengan ridiculizándoles en sus ficciones, ¿qué otro director podría dar un papel heroico a un erudito obsesionado con G. W. Pabst?

I.B., 1/3/2010
Enlace a IMDb

Dos pases:

MIÉRCOLES 3 DE MARZO, A LAS 15:00
Y VIERNES 5 DE MARZO, A LAS 15:00
EN EL SALÓN DE ACTOS 'JUAN DE LA CIERVA'

Duración: 148 minutos.

PROYECCIONES EN VERSIÓN ORIGINAL
CON SUBTÍTULOS EN CASTELLANO
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Próxima semana: Orson Welles.