Si fuera necesario reducir a un solo adjetivo la figura de Leos Carax, es muy posible que ese adjetivo fuera 'romántico'. Mas, beware, twilighters!, en estos desgraciados tiempos en que esa palabra sirve para representar la ñoñería más hipócrita, habría que recordar sus orígenes allá por el siglo XIX, y la tan diferente sensibilidad estética y moral que caracterizó a todo el movimiento artístico designado por ella. No es de extrañar, pues, que a un director que se guía por valores tan anacrónicamente exaltados se le haya tachado a menudo de lunático; y por muy rebatible que tal acusación sea, tampoco debemos olvidar que la obra de un lunático suele ser preferible a un millón de mediocridades.
Nacido Alexandre Oscar Dupont, Leos Carax es uno de los cineastas más peculiares en activo debido entre otros motivos a las tremendas fluctuaciones que su reputación ha sufrido y el impacto que han tenido en su forma de trabajo. Tras sus dos primeras películas, algunos críticos agruparon a Carax junto a Jean-Jacques Beineix y Luc Besson como representantes de una nueva generación del cine francés obsesionada con la superficialidad de la imagen, cuando lo cierto es que el cine de Carax es todo menos superficial, y rebosa de un lirismo clásico: sus influencias proceden principalmente del cine mudo, y el uso que hace de guiños y comentarios a la historia del cine le sitúan más en la tradición de directores como Melville, Godard o Garrel. Después del frelativo racaso comercial de Los amantes del Pont-Neuf en 1991, que fue en su momento la producción francesa más cara de la historia, sólo ha dirigido una película y un segmento de otra. Alejado ya de la atención general, este último y provocador trabajo, Merde (parte del largometraje Tokyo!, en colaboración con Bong Joon-Ho y Michel Gondry), no ha tenido la repercusión que se merecía, pero demuestra que Carax no es ni mucho menos un talento gastado o una reliquia del pasado, y que tal vez esté más capacitado que la mayoría para encontrar un sentido a la caótica realidad actual. Ojalá tenga ocasión de brindarnos una nueva película lo más pronto posible.
Segundo largometraje de su director, Mala sangre es a la vez un deslumbrante trabajo perfectamente acabado y un prometedor anticipo de todo lo que su joven creador podría ofrecer en un futuro. Un delincuente veinteañero (Denis Lavant, acróbata de circo y habitual alter ego de Carax) es reclutado por un par de veteranos ladrones para robar una muestra de un virus similar al VIH, e inmediatamente se enamora de la novia de uno de ellos (Juliette Binoche, preciosa). Más allá de algunos toques curiosos, a Carax no le interesa lo más mínimo hacer una película de ciencia-ficción o de cine negro, centrándose en su lugar en la relación entre los dos protagonistas para reflejar delicadamente las inquietudes y esperanzas del amor después de la adolescencia y ofrecer una obra rebosante de imaginación que oscila entre la melancolía más sentida y explosiones de pura emoción. Excelente fotografía de Jean-Yves Escoffier; con Michel Piccoli, Julie Delpy, Hans Meyer, y cameos de Serge Reggiani y Mireille Perrier.
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Después del fracaso comercial de Moby Dick, Herman Melville escribió Pierre, o Las ambigüedades, que se vendió aún menos y que hizo que algunos críticos llegaran a poner en entredicho su salud mental. La historia de un joven e idealista aristócrata que, tras descubrir que tiene una hermana ilegítima, decide sacrificar su felicidad y su fortuna para marcharse a la ciudad a vivir con ella y subsistir escribiendo una novela contra la moral de su tiempo, Pierre fue vituperada en su momento por sus intimaciones incestuosas, aunque no es difícil ver que lo más escandaloso e inaceptable para los lectores de la época fue que Melville pusiera en duda la utilidad de los valores preponderantes, o su sugerencia de que nuestras mejores intenciones pueden partir de los más oscuros e inconfesables impulsos. Todavía hoy no existe un claro consenso respecto a si Pierre es un fracaso o una obra maestra; yo diría que lo segundo, y de cualquier modo, es una novela que merece ser rescatada del olvido. Algo tendrá además si empujo a Jean-Pierre Grumbach a cambiar su apellido, y si Carax ha reconocido alguna vez que es su novela favorita. Descartando casi todos los elementos satíricos de la novela para acentuar los trágicos, y trasladando la acción desde los Estados Unidos a mediados del siglo XIX a Francia a finales del XX, el director se limitó en Pola X (acrónimo del título, con la X marcando que se trata del décimo borrador del guión) a seguir el argumento, sustituyendo con su personal sentido poético las inadaptables reflexiones filosóficas de Melville, creando un film singularmente bello e intenso, aunque en su estreno fuera también incomprendido y una secuencia de sexo explícito diera más que hablar que sus numerosos méritos. El difunto Guillaume Depardieu ofrece una comprometida y sincera interpretación como Pierre; le acompañan Yekaterica Golubeva, Catherine Deneuve, Delphine Chuillot, y el director lituano Sharunas Bartas con un pequeño papel. En su crítica de Moby Dick, Eric Rohmer señaló como el mayor problema de la película el hecho de que John Huston se hubiera atrevido en primer lugar a pensar que la novela podía ser llevada al cine; en el caso de Pola X, su mayor atributo puede estar en que Carax se haya atrevido precisamente a ello.
I.B., 19/4/2010
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MALA SANGRE
Miércoles 21 de abril, a las 15:00
en el Salón de Actos 'Juan de la Cierva'
Duración: 114 minutos.
POLA X
Viernes 23 de abril, a las 15:00
en el Salón de Actos 'Juan de la Cierva'
Duración: 129 minutos.
PROYECCIONES EN VERSIÓN ORIGINAL
CON SUBTÍTULOS EN CASTELLANO
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
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Próxima semana: cine tras el muro.
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